Jesús y la limosna
1 Guardaos
de hacer vuestra justicia delante de los hombres, para ser vistos de ellos; de
otra manera no tendréis recompensa de vuestro Padre que está en los cielos.
2 Cuando, pues, des limosna, no hagas tocar
trompeta delante de ti, como hacen los hipócritas en las sinagogas y en las
calles, para ser alabados por los hombres; de cierto os digo que ya tienen su
recompensa. 3 Mas cuando tú des limosna, no sepa tu
izquierda lo que hace tu derecha, 4 para que sea tu
limosna en secreto; y tu Padre que ve en lo secreto te recompensará en público.
Jesús y la oración
5 Y cuando ores, no seas como los hipócritas;
porque ellos aman el orar en pie en las sinagogas y en las esquinas de las
calles, para ser vistos de los hombres; de cierto os digo que ya tienen su
recompensa. 6 Mas tú, cuando ores, entra en tu aposento,
y cerrada la puerta, ora a tu Padre que está en secreto; y tu Padre que ve en
lo secreto te recompensará en público.
7 Y orando, no uséis vanas repeticiones, como
los gentiles, que piensan que por su palabrería serán oídos. 8 No os hagáis, pues, semejantes a ellos; porque vuestro Padre
sabe de qué cosas tenéis necesidad, antes que vosotros le pidáis. 9 Vosotros, pues, oraréis así: Padre nuestro que estás en los
cielos, santificado sea tu nombre. 10 Venga tu reino. Hágase
tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra. 11 El
pan nuestro de cada día, dánoslo hoy. 12 Y perdónanos
nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores. 13 Y no nos metas en tentación, mas líbranos del mal; porque tuyo
es el reino, y el poder, y la gloria, por todos los siglos. Amén. 14 Porque si perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará
también a vosotros vuestro Padre celestial; 15 mas si no
perdonáis a los hombres sus ofensas, tampoco vuestro Padre os perdonará
vuestras ofensas.
Jesús y el ayuno
16 Cuando ayunéis, no seáis austeros, como los
hipócritas; porque ellos demudan sus rostros para mostrar a los hombres que
ayunan; de cierto os digo que ya tienen su recompensa. 17 Pero
tú, cuando ayunes, unge tu cabeza y lava tu rostro, 18 para no
mostrar a los hombres que ayunas, sino a tu Padre que está en secreto; y tu
Padre que ve en lo secreto te recompensará en público.
Tesoros en el cielo
19 No os hagáis tesoros en la tierra, donde la
polilla y el orín corrompen, y donde ladrones minan y hurtan; 20 sino haceos tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el orín
corrompen, y donde ladrones no minan ni hurtan. 21 Porque
donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón.
La lámpara del cuerpo
22 La lámpara del cuerpo es el ojo; así que,
si tu ojo es bueno, todo tu cuerpo estará lleno de luz; 23 pero
si tu ojo es maligno, todo tu cuerpo estará en tinieblas. Así que, si la luz
que en ti hay es tinieblas, ¿cuántas no serán las mismas tinieblas?
Dios y las riquezas
24 Ninguno puede servir a dos señores; porque
o aborrecerá al uno y amará al otro, o estimará al uno y menospreciará al otro.
No podéis servir a Dios y a las riquezas.
El afán y la ansiedad
25 Por tanto os digo: No os afanéis por
vuestra vida, qué habéis de comer o qué habéis de beber; ni por vuestro cuerpo,
qué habéis de vestir. ¿No es la vida más que el alimento, y el cuerpo más que
el vestido? 26 Mirad las aves del cielo, que no
siembran, ni siegan, ni recogen en graneros; y vuestro Padre celestial las
alimenta. ¿No valéis vosotros mucho más que ellas? 27 ¿Y quién
de vosotros podrá, por mucho que se afane, añadir a su estatura un codo? 28 Y por el vestido, ¿por qué os afanáis? Considerad los lirios
del campo, cómo crecen: no trabajan ni hilan; 29 pero os
digo, que ni aun Salomón con toda su gloria se vistió así como uno de ellos. 30 Y si la hierba del campo que hoy es, y mañana se echa en el
horno, Dios la viste así, ¿no hará mucho más a vosotros, hombres de poca fe? 31 No os afanéis, pues, diciendo: ¿Qué comeremos, o qué
beberemos, o qué vestiremos? 32 Porque los gentiles
buscan todas estas cosas; pero vuestro Padre celestial sabe que tenéis
necesidad de todas estas cosas. 33 Mas buscad
primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas.
34 Así que, no os afanéis
por el día de mañana, porque el día de mañana traerá su afán. Basta a cada día
su propio mal.