Condenación
de la idolatría de Israel
1 Perece el justo, y no hay quien piense en ello; y
los piadosos mueren, y no hay quien entienda que de delante de la aflicción es
quitado el justo. 2 Entrará en la paz; descansarán en sus lechos todos los que
andan delante de Dios. 3 Mas vosotros llegaos acá, hijos de la hechicera,
generación del adúltero y de la fornicaria. 4 ¿De quién os habéis burlado?
¿Contra quién ensanchasteis la boca, y alargasteis la lengua? ¿No sois vosotros
hijos rebeldes, generación mentirosa, 5 que os enfervorizáis con los ídolos
debajo de todo árbol frondoso, que sacrificáis los hijos en los valles, debajo
de los peñascos? 6 En las piedras lisas del valle está tu parte; ellas, ellas
son tu suerte; y a ellas derramaste libación, y ofreciste presente. ¿No habré
de castigar estas cosas? 7 Sobre el monte alto y empinado pusiste tu cama; allí
también subiste a hacer sacrificio. 8 Y tras la puerta y el umbral pusiste tu
recuerdo; porque a otro, y no a mí, te descubriste, y subiste, y ensanchaste tu
cama, e hiciste con ellos pacto; amaste su cama dondequiera que la veías. 9 Y
fuiste al rey con ungüento, y multiplicaste tus perfumes, y enviaste tus
embajadores lejos, y te abatiste hasta la profundidad del Seol. 10 En la
multitud de tus caminos te cansaste, pero no dijiste: No hay remedio; hallaste
nuevo vigor en tu mano, por tanto, no te desalentaste.
11 ¿Y de quién te asustaste y temiste, que has
faltado a la fe, y no te has acordado de mí, ni te vino al pensamiento? ¿No he
guardado silencio desde tiempos antiguos, y nunca me has temido? 12 Yo
publicaré tu justicia y tus obras, que no te aprovecharán.
13 Cuando clames, que te libren tus ídolos; pero a
todos ellos llevará el viento, un soplo los arrebatará; mas el que en mí confía
tendrá la tierra por heredad, y poseerá mi santo monte. 14 Y dirá: Allanad,
allanad; barred el camino, quitad los tropiezos del camino de mi pueblo. 15
Porque así dijo el Alto y Sublime, el que habita la eternidad, y cuyo nombre es
el Santo: Yo habito en la altura y la santidad, y con el quebrantado y humilde
de espíritu, para hacer vivir el espíritu de los humildes, y para vivificar el
corazón de los quebrantados. 16 Porque no contenderé para siempre, ni para
siempre me enojaré; pues decaería ante mí el espíritu, y las almas que yo he
creado. 17 Por la iniquidad de su codicia me enojé, y le herí, escondí mi
rostro y me indigné; y él siguió rebelde por el camino de su corazón. 18 He
visto sus caminos; pero le sanaré, y le pastorearé, y le daré consuelo a él y a
sus enlutados; 19 produciré fruto de labios: Paz, paz al que está lejos y al
cercano, dijo Jehová; y lo sanaré. 20 Pero los impíos son como el mar en
tempestad, que no puede estarse quieto, y sus aguas arrojan cieno y lodo. 21 No
hay paz, dijo mi Dios, para los impíos.